“Padrino”: la última operación de Enrique Camarena

Bajo la identidad de Xavier Quintero, el agente especial de la DEA Enrique Camarena se infiltró en el narcotráfico en México como parte de la Operación “Padrino”, que la agencia del Departamento de Justicia estadounidense dirigió contra narcotraficantes y oficiales mexicanos, hasta su secuestro y asesinato en febrero de 1985.

   DIANA AVILA HERNANDEZ| 18.SEPTIEMBRE.2025

Documentos clasificados como “sensibles” de la Administración de Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos, obtenidos por Archivos de Inteligencia MX, revelan algunos detalles de las actividades que Camarena realizó en México.

A inicios de noviembre de 1982, James Kuykendall, jefe de la Oficina Residente de la DEA en Guadalajara, registraba en un informe de inteligencia que sus agentes investigaban “a un grupo de traficantes quienes están introduciendo cientos de toneladas de marihuana a los Estados Unidos desde México”.

“Este grupo —explicaba el agente en jefe— está formado por numerosos infractores que operan por toda la República Mexicana. Ellos están pagando protección de oficiales mexicanos y producen exitosamente enormes cantidades de marihuana sin semilla.”

“Los individuos de este grupo también son conocidos por ser traficantes de alto nivel de heroína y cocaína, de nuevo con protección y asistencia de oficiales mexicanos”, insistía James Kuykendall en el mismo reporte de inteligencia.

Esta investigación era la Operación “Padrino”, que había comenzado a planearse en las oficinas de la DEA en la Ciudad de México, después de que la estación de esta agencia en España había interceptado las comunicaciones de “José López”, seudónimo de Juan Ramón Matta Ballesteros del Pozo, conocido traficante de cocaína establecido entonces en Madrid.

Tras interceptar y analizar las llamadas telefónicas de “López” en España, los agentes identificaron que la mayoría se dirigían a Colombia, Miami, Los Ángeles, California y Guadalajara, Jalisco.

Los destinatarios estaban plenamente identificados como narcotraficantes asociados a Miguel Ángel Félix Gallardo. Así lo narra James Kuykendall en su libro testimonial ¿O plata o plomo? El secuestro y asesinato del agente de la DEA Kiki Camarena.

En cooperación con la DEA —señala el libro—, la Policía Judicial Federal mexicana intervino las líneas telefónicas de “Félix y su pandilla”, así como su sistema de radiocomunicación.

Además de Matta Ballesteros y Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero fueron los objetivos principales de la operación.

Las operaciones de intercepción de comunicaciones en la Ciudad de México no resultaron productivas, por lo que fueron trasladadas a la Oficina de la DEA en Guadalajara. Conforme la operación crecía, otras oficinas de la agencia también se involucraron.

En otro informe de inteligencia firmado por Kuykendall, informaba que los agentes bajo sus órdenes habían logrado establecer la dirección de Fonseca en la calle San Ignacio 90, en Guadalajara, así como su número telefónico.

“Los registros telefónicos recientes de la casa de Fonseca muestran llamadas a números importantes en Estados Unidos, también llamadas por otros traficantes”. En el listado transmitido por el jefe de la Oficina de la DEA en Guadalajara, la mayoría de los números correspondían a localidades en California y algunos más a Texas.

Dos semanas después, en otro de los reportes de investigación —denominados DEA-6, obtenidos por Archivos de Inteligencia MX—, firmado por el propio Enrique Camarena, este transmitía los resultados de las labores de vigilancia sobre otro de los objetivos de la operación “Padrino”: Rafael Caro Quintero.

El 30 de noviembre de 1982, el agente especial reportaba que el agente especial H. Ayala de la Oficina de la DEA en Monterrey había informado que la ubicación donde operaba Caro Quintero era Plan de San Luis 2066, en Lomas del Country, Guadalajara.

Según Camarena, Ayala también había compartido información sobre que “Caro Quintero estaba utilizando el teléfono de su madre … para hacer llamadas telefónicas relacionadas con actividades de narcóticos y en ocasiones usaba su casa como escondite”.

Con esta información, Camarena y los agentes de la DEA en Guadalajara lograron obtener los registros de 151 llamadas de larga distancia realizadas desde el teléfono de Caro Quintero, del 17 de julio al 30 de agosto de 1982.

En el mismo reporte, Camarena también enlistaba nueve vehículos —entre autos y un camión de tres toneladas— que había identificado durante la vigilancia frente a la casa de Plan de San Luis 2066, donde operaba Caro Quintero bajo el nombre ficticio de Mario Carbajal.

En su libro, Kuykendall narra que, a mediados de 1983, uno de sus agentes, Butch Sears, había comenzado a recibir información de la existencia de grandes plantíos listos para sembrar marihuana en Fresnillo, Zacatecas, por parte de una fuente confidencial a quien llamaron “recolector de huesos”.

Este hombre, dedicado a recoger huesos secos de animales muertos en el desierto para venderlos, había logrado identificar la ubicación de los campos de marihuana mientras recorría con su carretilla rota el estado de Zacatecas .

Siguiendo esta pista, en noviembre de 1983 Camarena comenzó a trabajar con otro informante confidencial a quien denominaron “Juan García” en la Oficina Residente de la DEA en Guadalajara, según el testimonio de Kuykendall.

Los informes de “Juan García”

En uno de los reportes DEA-6 obtenidos por Archivos de Inteligencia MX, Camarena reportaba que el 15 de noviembre de 1983 se había reunido con un “informante confidencial” que anteriormente había servido a la Oficina Distrital de la DEA en El Paso, Texas.

En el encuentro, el informante “Juan” se había mostrado dispuesto a entregar información sobre una extensa operación de cultivo de marihuana en Fresnillo, Zacatecas, vinculada a los objetivos principales de la operación “Padrino”: Félix Gallardo, Fonseca Carrillo y Caro Quintero.

“Juan García” operaba directamente para Manuel Chávez, uno de los jefes encargados del cultivo de marihuana de Juan José Esparragosa Moreno, “El Azul”, en Zacatecas, según un informe DEA-6 firmado por Camarena el 12 de diciembre de 1983.

“Este personaje también había declarado a Camarena y sus colegas Kuykendall y Harvey Venrenhorst que entre 1982 y 1983 el cultivo de marihuana en Zacatecas había sido muy exitoso, por lo que “numerosos grupos de los estados de Jalisco y Sinaloa planeaban mudarse durante la primavera de 1984 al área de Fresnillo y Zacatecas para cultivar grandes sembradíos de marihuana”.

Supuestamente, el traslado de las actividades de los narcotraficantes a dicho estado había estado motivado por las operaciones contra enervantes que el gobierno federal estaba llevando a cabo en distintos estados del país.

En enero de 1984, “Juan” identificó diez grupos del narcotráfico que comenzarían a producir drogas en Zacatecas. Entre ellos mencionó el encabezado por los hermanos Abelardo y Roberto Fernández; el de Ernesto Fonseca y los hermanos Samuel y Patricio Medina; el grupo de Juan José Esparragosa “El Azul”, Caro Quintero y Ramiro Mireles; además, el del exitoso productor local Antonio Pérez Parga.

Los ranchos adquiridos por estos narcotraficantes estaban siendo administrados por Manuel Chávez y su asistente Samuel Medina. Se encargaron de la perforación de pozos de agua para riego y la compra de tractores y fertilizantes para las tierras de cultivo.

Además, Chávez y Medina manejaban a los trabajadores agrícolas enviados de Sonora y Sinaloa, a quienes pagaban entre 2 y 3 mil pesos al día, sin posibilidad de salir de los campos de cultivo.

De acuerdo con el informante confidencial de la DEA, que trabajaba de cerca con Manuel Chávez, las operaciones extensivas del narcotráfico en Zacatecas habían sido posibles gracias a la protección de las autoridades locales.

En los reportes DEA-6, obtenidos por Archivos de Inteligencia MX, “Juan García” mencionó a Felipe Aparicio Núñez, comandante de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en Zacatecas, y a Galo Gutiérrez Martín, comandante de la Policía Judicial Federal en la misma entidad.

Además de dar protección a Chávez, ambos oficiales se habían asociado en el cultivo de un gran plantío en las inmediaciones de Fresnillo.

Durante la segunda semana de marzo de 1984, había llegado a la región Miguel Ángel Vielma Heras, conocido como “El Negro Vielma”, excomandante de la PJF y entonces “madrina” de la DFS comisionado en Zacatecas, bajo las órdenes de Felipe Aparicio, según el informante confidencial.

A finales de marzo de 1984, “Juan García” se reunió con el comandante Aparicio, alias “Ñoño”, y sus hombres de la DFS —“Mike” Ramos, Daniel Lucero y cinco más—, en el cuarto 59 del motel La Fortuna, en Fresnillo, donde operaban regularmente.

Según el informante confidencial, en esa ocasión el comandante Aparicio contaba con 50 millones de pesos pertenecientes a Caro Quintero, que serían usados para comprar más ranchos donde sembrarían marihuana.

En esa reunión, Chávez informó a sus subordinados que llegarían a Guadalajara doscientos rifles de asalto AK-47, pertenecientes a la organización de Caro Quintero, algunos de los cuales iban a ser enviados a Fresnillo para proteger los plantíos de drogas.

Así ocurrió. Según el informe de la DEA del 30 de marzo de 1984, “Juan García” relató a Camarena que doscientas armas automáticas habían llegado a Guadalajara desde Reynosa, Tamaulipas, de las cuales sesenta ya se encontraban en Fresnillo.

Incluso Chávez había pedido al propio “Juan García” transportar el armamento a la calle Cruz Roja número 8, en el automóvil amarillo marca Chrysler propiedad del comandante Aparicio.

El 19 de abril de 1984, el comandante Aparicio sufrió un accidente en motocicleta cuando se trasladaba de Fresnillo a la ciudad de Zacatecas. Dos días después falleció por la gravedad de las heridas; su cuerpo fue trasladado a Guadalajara y velado en la funeraria Del Carmen.

Al funeral del comandante “Ñoño” asistieron Chávez, Fonseca, Vielma Heras, Mireles y otros narcotraficantes donde —de acuerdo con “Juan García”— aprovecharon la oportunidad de nombrar su reemplazo: el “Negro Vielma”, quien sería entonces el encargado de administrar los campos, brindar protección, transportar dinero, drogas y armas, según el informe de la DEA del 24 de abril de 1984.

La simulada campaña contra las drogas

Desde mediados de la década de 1970, el Ejército mexicano, en coordinación con la PGR y otras agencias mexicanas, llevaba a cabo de forma permanente la operación “Cóndor” para la erradicación de enervantes en Chihuahua, Durango y Sinaloa.

Para 1983, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) reportó un incremento significativo en la destrucción de plantíos de marihuana y amapola, respecto a otros años, mediante las operaciones “Puma”, en los límites de Veracruz, Oaxaca, Puebla; “Pantera” en Michoacán y Guerrero; “Tigre”, en Sinaloa, Durango y Nayarit; y “Lince” en Sonora y Chihuahua.

Además de las operaciones “Dragón” y “Jaguar”, de reciente implementación, según el documento “Logros del sector defensa 1983 y Plan de Acción para 1984” de Sedena, a cuyo contenido tuvo acceso Archivos de Inteligencia MX.

Sin embargo, los helicópteros de las agencias mexicanas que sobrevolaban desde Jalisco a Durango debían pasar necesariamente por encima de los amplios campos verdes de marihuana que se abrían en medio de las tierras áridas de Zacatecas, como afirma Kuykendall en su libro.

“No había absolutamente ninguna duda de que las autoridades sabían que estaban allí”, apunta el jefe de la Oficina de la DEA en Guadalajara.

Kuykendall relata en su libro que un exoficial de la PJF les había dicho que a Fresnillo le decían “Colombia” a manera de broma, debido a la abundante marihuana que se estaba cultivando al norte de Zacatecas.

Como era su obligación dados los acuerdos binacionales, los agentes de la DEA en Guadalajara advirtieron al comandante Eduardo Galo Gutiérrez Martín, jefe de la PJF en Zacatecas —aunque también socio de los narcotraficantes—, que “había mucha actividad de cultivo en su área”.

En respuesta, Gutiérrez Martín se comprometió a atender los reportes y realizar sobrevuelos en la zona, pero su respuesta fue también un acto simulatorio.

Testaferros y “hombres de paja”

Esto fue aún más claro después de que agentes de la PJF, acompañados por Kuykendall y el agente especial Butch Sears, en operaciones menores sólo lograron identificar un par de plantíos pequeños de marihuana, en un área distinta y no específicamente al norte de Zacatecas.

Con la excusa de que debían llevar a cabo operaciones en Durango, pero que regresarían la semana siguiente, detuvieron los sobrevuelos. Sin embargo, llegado el momento, Sears “fue recibido con la noticia de que los federales y el Ejército habían llevado a cabo redadas en extensos campos en las zonas centro y norte del estado”, narra Kuykendall en su libro.

Los agentes y militares mexicanos supuestamente habían destruido “más de doscientas hectáreas de marihuana arrestando a docenas de personas. Desafortunadamente, no hubo ninguna persona de importancia entre los arrestados”, lamentó Kuykendall.

Los archivos de la DFS, resguardados en el Archivo General de la Nación (AGN), también dan cuenta de algunos de estos hechos de artificio, encabezados por el propio Gutiérrez Martín desde 1983.

El 12 de agosto de 1983 —se lee en el extracto de una de las fichas del inventario de la DFS— elementos de la PJF en Zacatecas “descubrieron y destruyeron un plantío de marihuana localizado en los límites de los estados de Nayarit y Jalisco, no pudiendo detener a ninguno de los cultivadores, pero se sabe que dos de los responsables responden a los nombres de Manuel Ignacio Jiménez Flores y Félix Mojarro Marín”.

En otra de las fichas se menciona que el 22 de septiembre del mismo año, diez elementos de la PJF “encabezados por el comandante Galo Gutiérrez Martín, destruyeron 20 plantíos de marihuana, no lográndose ninguna detención; se supo que los dueños de los sembradíos son Jesús Núñez, Sergio Palacios, Jesús Bañuelos.”

Desde 1982, Camarena, Kuykendall y sus colegas evidenciaron la corrupción de las autoridades mexicanas cuando, tras cuatro meses de investigación por parte de Camarena, en un operativo de la PGR encabezado por elementos del Ejército mexicano y la PJF, incautaron 4 mil toneladas de marihuana sin semilla de alta calidad.

Sin embargo, al arribo de las fuerzas armadas, el vasto complejo descubierto por Camarena, con varios edificios, tractores, tres pozos de agua para riego, barracas con catres para centenares de personas, dos comedores con grandes cantidades de alimentos y muchos trabajadores del campo, ya se encontraba totalmente desmantelado por advertencia de las autoridades mexicanas.

La corrupción y el encubrimiento de las agencias y el Ejército mexicano produjeron en Camarena una mezcla de decepción y audacia que lo llevó a ignorar las directivas de la DEA, los acuerdos binacionales y las restricciones locales, por lo que a finales de 1983 Camarena comenzaría a embarcarse en operaciones encubiertas.

Camarena, encubierto

Desde noviembre de 1983, durante el primer encuentro de Camarena con el informante confidencial de la DEA “Juan García”, el agente especial le había instruido retomar las negociaciones encubiertas con Manuel Chávez para la compra y venta de un cargamento de heroína que en el pasado había iniciado el agente especial Pedro Hernández de la Oficina de El Paso.

Según el informe DEA-6 firmado por Camarena, el 7 de diciembre de 1983 “Juan García” llamó a Camarena para informarle que se encontraba en Zacatecas, donde se reuniría con Manuel Chávez para discutir la venta de heroína.

Al día siguiente, Kiki y su compañero, el agente especial de la DEA, Butch Sears, se trasladaron a Zacatecas desde Guadalajara. Allí, los agentes establecieron vigilancia en el Hotel Barranca, donde habían acordado verse “Juan García” y Chávez, quien lo recogería en una Ford Pick Up azul y blanca.

Después de dirigirse al este sobre la calle principal de Zacatecas —dice el reporte de Camarena—, los agentes de la DEA ubicaron el auto frente al restaurante El Caballo Loco y esa noche, “Juan” acompañó a Chávez a un lugar cerca de Fresnillo, donde tres tráilers de 45 pies llenos de marihuana salieron rubo a Guadalajara, Jalisco, escoltados por agentes de la DFS.

Un día después, el 9 de diciembre de 1983, Camarena, bajo la identidad de Xavier Quintero supuestamente proveniente de Houston, Texas, hizo el primer contacto directo con Chávez para negociar la compra de heroína en Zacatecas según lo pactado.

Chávez y “Juan García” acudieron al motel donde se hospedaba Camarena. En el estacionamiento, Kiki, bajo la identidad de Xavier Quintero, le explicó a Chávez que buscaba un proveedor y quería comprar al menos dos kilogramos de heroína sin cortar.

Manuel Chávez accedió a la solicitud y explicó que entregaría el cargamento en Durango por un costo de 7 mil 500 dólares, señala el reporte sensible. Camarena dijo contar con el dinero en Laredo, Texas, pero le pidió a Chávez una muestra de la heroína antes de concretar la compra.

Según el reporte, acordaron que Chávez y el informante confidencial viajarían a Durango y volverían a reunirse con Camarena el 12 de diciembre en el mismo hotel. Según Kuykendall, Kiki buscaba que la entrega se hiciera en Estados Unidos, pero Chávez “le dijo que lo pensaría, pero que deberían seguir hablando y que tal vez podrían llegar a un acuerdo mutuo y aceptable.”

Durante varios meses definieron una estrategia y los agentes de la DEA buscaron principalmente asegurar la disponibilidad de fondos para continuar la operación, reveló el agente especial en jefe en su libro testimonial.

Meses después, en abril de 1984, Camarena registraba en otro de los reportes DEA-6 obtenidos por Archivos de Inteligencia MX que el 17 de abril había solicitado a la Oficina Residente de la DEA en McAllen la autorización de una compra de seis onzas de heroína a Manuel Chávez por la cantidad de 45 mil dólares.

Contra los pronósticos, los fondos para la compra encubierta fueron autorizados por el jefe del departamento de investigación de heroína de la DEA, por lo que Camarena y sus colegas planearon llevar a Manuel Chávez a Estados Unidos para entregar el cargamento.

Esta vez Chávez aceptó y el 18 de abril de 1984 viajó a McAllen, Texas, donde entregó las seis onzas de heroína sin cortar. Apenas dos semanas después, Chávez ofreció a Camarena —mediante “Juan García”— la venta de 40 toneladas de marihuana.

A finales de mayo de 1984, el agente especial Walter White de la Oficina de la DEA en Ciudad de México comunicó a sus colegas en Guadalajara que por órdenes de su jefe Edward Heath tenían que cerrar la investigación en Zacatecas, según lo relata Kuykendall en su libro.

Jesús Sam López, fiscal adjunto de la PGR en la campaña de erradicación de enervantes, estaba por trasladarse a Zacatecas para supervisar de cerca las operaciones y, según Kuykendall, iba a descubrir los campos de marihuana, llevándose los federales mexicanos todo el crédito en lugar de la DEA que llevaba meses investigando.

Tras el enojo y la frustración, Camarena y sus colegas comenzaron a replantear la operación. Kuykendall se vio obligado a informar sobre los resultados de toda la investigación que había realizado la DEA a Sam López, durante una reunión en Ciudad de México, aunque todo parecía ingenuo.

Kuykendall le informó a Sam López, la protección por parte de Galo Martín, “El Negro” Vielma y J. Refugio Pulido García, jefe de la Policía Judicial Estatal en Zacatecas, quien también había recibido sobornos por al menos 3 millones de pesos, según había informado “Juan García”.

,Las autoridades mexicanas supuestamente no podían creerlo y comenzaron a planear redadas en Zacatecas. Para ello, le pidieron a Galo Martín que asistiera a una reunión en Ciudad de México para alejarlo de la zona y el 6 de junio se programaron las operaciones.

Como parte del plan táctico de la DEA, “Juan García” le pidió un nuevo cargamento de marihuana a Chávez para que fuera entregado en McAllen el mismo día, con el fin de que la DEA pudiera capturarlo en Estados Unidos, previendo que las autoridades mexicanas no lo harían.

El plan de la DEA era operar simultáneamente la entrega de marihuana por parte de Manuel Chávez en McAllen, para llevar a cabo su detención en Estados Unidos; esto, mientras se desplegaban redadas de policías federales en los plantíos de marihuana al norte de Zacatecas.

Al mismo tiempo, la DEA enviaría a tres de sus informantes confidenciales a Zacatecas, dos pilotos y a “Juan García”, para supervisar el cargamento de marihuana que supuestamente iban a traficar para Xavier Quintero, o Camarena encubierto.

Poco después, el accidente aéreo de un general del Ejército mexicano en los campos de Zacatecas volvió a poner en riesgo las operaciones de la DEA en México. “El pequeño avión en el que viajaba se estrelló en un campo de marihuana, no lejos del aeropuerto, y el Ejército estaba destruyendo manualmente la cosecha.”

“La fiscalía mexicana —testimonia Kuykendall— supuestamente estaba preocupada porque el Ejército encontrara y destruyera todos los campos, robando así el crédito por el descubrimiento y la incautación de la marihuana.

Camarena condujo hasta Monterrey y, una vez ahí, acompañó a “Juan García” a Nuevo Laredo donde se encontraría con Manuel Chávez para la transacción. Mientras, los agentes de la DEA William Sears, Roger Knapp y Harvey Varenhorst se alistaban para unirse a las operaciones junto con la PJF.

La información de inteligencia recabada por la DEA había sido entregada al “súper policía” del momento, Miguel Aldana Ibarra, comandante de la campaña de erradicación de enervantes de la PJF, quien encabezó dichas operaciones.

Ya en marcha, Aldana Ibarra operó el aseguramiento de los hoteles desde donde habían operado los traficantes y sus socios: “en su mayoría, nuestros prisioneros eran peones de Sinaloa y Sonora traídos para trabajar en las plantaciones de marihuana”, según Kuykendall.

“En el hotel Fortuna en Fresnillo, el gerente dijo que sus mejores clientes habían salido dos días antes y que no dijeron cuando regresarían”, lo que significa que también habían sido alertados con anticipación.

Hasta el momento de las redadas, las acciones simuladas continuaron y dejaron fuera de las operaciones aéreas a los agentes de la DEA, impidiéndoles abordar los helicópteros.

En el transcurso de estas acciones, tanto Aldana como Kuykendall recibieron la noticia del arresto de Manuel Chávez en Reynosa. “Aldana se sorprendió al enterarse de que Kiki estaba involucrado en el caso, que obviamente estaba relacionado con lo que estábamos haciendo en Zacatecas y no tuvo mucho éxito en ocultar su disgusto”.

Aldana llevó a Kuykendall a abordar un helicóptero para seguir sobrevolando la zona. Tras un par de fracasos, lograron asaltar el rancho El Caminero, propiedad de Ramiro Mireles, el cual había sido descubierto en abril de ese año por Camarena y el capitán Alfredo Zavala Avelar.

Era también el mismo lugar en el que los informantes confidenciales, incluyendo a “Juan García”, habían supervisado la marihuana que supuestamente iba a adquirir Xavier Quintero, la cual fue incautada por los agentes federales.

Aldana ordenó el traslado de Chávez y tres de sus hombres, agentes también de la DFS, a Zacatecas. En el mismo avión viajó Kiki de Reynosa a Zacatecas para “unirse a la diversión”, como relata Kuykendall.

Miguel Rodríguez Lorrabaquio, primer comandante de la PJF, se había trasladado a Zacatecas desde Ciudad de México para tomar las declaraciones de los detenidos y, al llegar Chávez, fue él quien lo entrevistó, con Kuykendall a un lado.

“Chávez estaba ansioso por hablar y salvar su pellejo… empezó a mencionar nombres de grandes narcotraficantes que habían sido los principales financiadores de las plantaciones.

“Los nombres más frecuentemente mencionados fueron Rafael Caro Quintero, Juan José Esparragosa Moreno (El Azul) y Ramiro Mireles Félix. ¡Lorrabaquio no tenía a ninguno! Le pregunté porqué no estaba anotando las declaraciones del hombre y simplemente miró a otro lado.”

Kuykendall relata que, aunque se quejó de esta actuación con Aldana Ibarra, sus respuestas seguían siendo evasivas. En el ambiente, los policías estaban felices; sentían que habían hecho un gran trabajo, según decían los comandantes.

“La conspiración terminó ahí. ¡Ningún traficante importante estaba vinculado al caso, a pesar de que el gobierno mexicano había enviado a 170 hombres a participar en la operación en Zacatecas, junto con 12 helicópteros y varias avionetas, con todo el personal de apoyo!”

Después de discutir durante una hora, Kuykendall se retiró, sintiéndose traicionado.

“A pesar de la cantidad de drogas incautadas, nadie del contingente de la DEA durmió bien esa noche. Una operación bien planificada y ejecutada había resultado todo menos exitosa. Así no era como hacíamos las cosas. El simple hecho de retirar la droga no afecta el tráfico de drogas. Hay que mantener a los traficantes en fuga, constantemente, hasta que caen.”

Los funcionarios mexicanos posaron para las fotos con la prensa local, mientras celebraban su exitosa misión y el terrible golpe que habían dado al tráfico de drogas; después la marihuana fue incinerada en una ceremonia pública a las afueras de la ciudad.

Alrededor de cuatro meses después, el 9 de octubre de 1984, Kuykendall recibió la noticia de que uno de sus agentes, Roger Knapp, quien también había participado en las operaciones de Zacatecas, había sido víctima de un atentado en su casa en Guadalajara.

Treinta y tres impactos de bala se ciñeron sobre su autómovil Ford LTD modelo 81, con placas del consulado de Estados Unidos, casi a la misma hora en que sus hijos eran recogidos por el transporte escolar.

En un lapso similar de cuatro meses más tarde, el 7 de febrero de 1985, Enrique Camarena fue secuestrado al salir de las oficinas del Consulado estadounidense y posteriormente torturado y asesinado, junto al piloto Alfredo Zavala Avelar.

A pesar de su espíritu intrépido y tenaz, lo que tristemente Camarena no sabía, es que, para ese entonces, la DEA estaba siendo utilizada como tapadera de las operaciones clandestinas de la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, colaborando con el narcotraficante Ernesto Fonseca Carrillo en la compra y venta de armas, en apoyo a la contrainsurgencia nicaragüense para combatir al gobierno sandinista, como lo demostraron en 2015 los periodistas Russell y Sylvia Bartley en su obra Eclipse of the assasins…

Fotos: Diana Ávila Hernández / AGN / Revista Impacto