Hermenegildo Cuenca Díaz,
el uniforme del siglo
(Parte III)
Como secretario de la Defensa, el general Hermenegildo Cuenca Díaz encabezó la transformación del Ejército mexicano: dirigió la primera guerra contrainsurgente moderna y lanzó la campaña Canador contra los enervantes. Bajo su mando, las fuerzas armadas salieron a las calles, se internaron en la sierra y ejecutaron operaciones encubiertas por todo el país.
DIANA áVILA HERNáNDEZ| 02.JUlIO.2025
En medio de un alborozado desfile marcial –una columna de cinco mil elementos del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina-, las fuerzas armadas mexicanas homenajearon a su nuevo jefe supremo, Luis Echeverría Álvarez, frente a su balcón presidencial en el Palacio Nacional, como reportó la prensa el 2 de diciembre de 1970.
Diescinueve motociclistas de la Dirección General de Tránsito del Distrito Federal abrió la marcha, seguido de un contigente con elementos de artillería del grupo motomecanizado, al mando del general Manuel Fontes Buelna.
Detrás, el general de brigada José Hernández Toledo -comandante de la Brigada de Fusileros Paracaidistas- marchaba al frente de la División de infantería “Presidente Juárez”.
También desfiló la Tercera brigada de infantería -nutrida por batallones de fusileros paracaidistas y tropas especiales-, al mando del general Jorge Cruz García, mientras escuadrones de aeronaves de la Fuerza Aérea sobrevolaban la parada. Al mando de estos hombres quedaría el general Hermenegildo Cuenca Díaz.
Meses antes, el antecesor de Echeverría, Gustavo Díaz Ordaz, había presentado a la Cámara de Diputados la iniciativa de la Ley Orgánica del Ejército y la Fuerza Armada mexicanos, la cual establecía una nueva “estructura apropiada”, como un “instrumento legal que lo faculte para el funcionamiento y administración de un cuerpo militar moderno y eficaz,” reportaba entonces El Universal.
Con esta Ley, Díaz Ordaz y el Congreso de la Unión les asignaban nuevas funciones especiales a las fuerzas armadas, principalmente la de prestar auxilio a la población y a las autoridades civiles en casos de desastres, emergencias o “necesidades públicas”.
La Ley -leída, estudiada, dictaminada y aprobada en la misma sesión del Senado el 16 de marzo de 1971- abría las puertas de los cuarteles militares para poner a las tropas del ejército mexicano formalmente en las calles.
Por el contexto mundial en que ocurrían estos cambios a la ley, la modernización de las fuerzas armadas mexicanas significó la actualización de la doctrina militar nacional al escenario internacional, el cual se debatía en medio de múltiples escenarios de Guerra Fría.
Tras las fallidas experiencias del ejército estadounidense en el sudeste asiático, al inicio de la década de 1960 el expresidente John F. Kennedy había comenzado a confeccionar una doctrina contrarevolucionaria, política y militar que, conducida en términos ideológicos, le permitiría a su gobierno combatir exitosamente la “insurgencia subversiva” en el extranjero.
Esto lo señala Charles Maechling Jr. en “Contrainsurgencia: La primera prueba de fuego”, en el líbro colectivo Contrainsurgencia, proinsurgencia y antiterrorismo en los 80. El arte de la guerra de baja intensidad.
Esta doctrina había sido diseñada por el jefe del Estado mayor conjunto del ejército de Estados Unidos, Maxwell Taylor, junto a otros asesores del presidente Kennedy, quienes crearon y formaron parte del Grupo Especial de Contrainsurgencia de la Presidencia.
Como parte de esta doctrina, en 1962 el ingenioso general Taylor diseñó la reorientación del programa de ayuda militar del Pentágono hacia labores de acción cívico militar mediante “el empleo de las fuerzas armadas locales en proyectos que les permitieran acercarse a la población.”
Entre estos planes, Maechling Jr. -quien también formó parte del Grupo Especial- menciona que se contemplaron “labores de alfabetización, vacunación, construcción de caminos e instalaciones sanitarias, auxilio en casos de desastre, etc”, asumiendo, en los hechos, funciones de la administración civil.
De acuerdo con el autor, el general Taylor estaba convencido de que “los ejércitos tercermundistas” debían desempeñar un “papel constructivo”, “a fin de crear una imagen positiva de los militares, y en consecuencia, ganar el apoyo de la población.”
Aunque esta estrategia contrainsurgente de confección estadounidense fracasó en Vietnam en la primera mitad de 1960, el ejército mexicano adoptó el modelo a partir de 1971.
Apenas unas semanas después en mayo de 1971, tropas del ejército mexicano estarían comenzando la primera campaña de acción social en las costas de Guerrero, como parte del inicio de una guerra interna, irregular, de carácter contrainsurgente, dirigida contra Genaro Vázquez, líder de la Asociación Nacional Cívica Revolucionaria y Lucio Cabañas, fundador del Partido de los Pobres (PDLP).
De acuerdo con informes de la DFS en el expediente 100-10-1, consultado por Archivos de Inteligencia MX, la primera campaña de esta guerra contrainsurgente, planeada y ejecutada por Hermenegildo Cuenca Díaz -junto a su estado mayor y sus comandantes locales-, quedó plasmada en el Plan “Telaraña”.
Después vendrían otras, según Lucio Cabañas más de quince campañas militares hasta el final de 1974, como se reportó en revista Proceso en diciembre pasado. (https://www.proceso.com.mx/nacional/2024/12/29/lucio-cabanas-50-anos-de-la-muerte-del-tigre-de-la-sierra-parte-iii-ultima-342837.html)
Aunque según este plan “la presencia y actividad de los fascinerosos en regiones del estado de Guerrero” -refiriéndose a los líderes guerrilleros Vázquez Rojas y Cabañas Barrientos-, no representaban “una amenaza desde el punto de vista militar, el gobierno federal ha decidido poner en ejecución un plan tendiente a impulsar la economía del estado.”
Supuestamente se trataría de “un plan intensivo de alfabetización, electrificación, dotación de agua potable, abaratamiento de comestibles, atención médica, etc. con el fin de restar bandera al supuesto movimiento de los fascinerosos”.
De esa manera, los planes de desarrollo locales -incluyendo el festejado Plan “Guerrero” que vendría en 1972-, habrían comenzado a implementarse en la entidad no para alcanzar el bienestar y la condiciones de vida dignas de la población, sino para restar motivos a sus contrincantes políticos y llegar a producir simpatías entre la sociedad.
De esa forma, las brigadas de acción social se internaban en regiones apartadas, proveyendo servicios de atención básica, al mismo tiempo que llevaban a cabo labores de inteligencia, recabando “información que proporcione elementos de juicio para llevar a cabo una acción militar en contra de los maleantes”.
Recapitulación del 68
Al mismo tiempo en que se desarrollaba la campaña de operaciones “Telaraña”, resultando en numerosas detenciones ilegales de campesinos de las costas guerrerenses en los cuarteles de la 27 Zona Militar y la Base Aérea Militar 7, el secretario de la Defensa también aprobaba otras operaciones contrainsurgentes en la Ciudad de México.
El 10 de junio de 1971, el grupo paramilitar “los halcones” atacó a estudiantes y trabajadores que marchaban al Zócalo de la Ciudad de México.
Aunque los creadores originales habían sido Gustavo Díaz Ordaz y su secretario de Defensa Marcelino García Barragán en la década de 1960, le tocaría a Cuenca Díaz, por órdenes de Echeverría, planificar una operación de mayor envergadura que terminaría en una recapitulación del 2 de octubre de 1968.
Aunque la existencia de “los halcones” fue negada oficialmente durante décadas, los archivos de la DFS -desclasificados en 2020-, han aportado algunos indicios que revelan en su encubrimiento, el intento de manipulación política.
El último hallazgo documentado por Archivos de Inteligencia MX es un informe a la solicitud de información de la DFS, fechado el 23 de enero de 1969, en el que el teniente de artillería Juventino Sánchez Gaytán mencionaba veladamente que Manuel Díaz Escobar era el jefe de un Estado Mayor secreto, encargado de planear operaciones clandestinas.
El teniente Sánchez lo informaba así:
“Se tiene conocimiento de que el jefe del Estado mayor anteriormente citado es el C. Corl de Inf. Díaz Escobar (se ignora si es D.E.M.), actualmente desempeña un cargo en el Departamento del Distrito Federal.
Este grupo de elementos del Ejército en compañía de elementos civiles, están adiestrados para efectuar actos de terrorismo y antiterrorismo.
Una de las principales misiones de ese Estado Mayor es preparar operaciones de todo tipo de acuerdo con sus intereses.
El reclutamiento del personal civil se realiza mediante una selección y discreción absoluta, actualmente este cuerpo cuenta con un efectivo de 500 a 600 hombres. Haciendo notar que éste personal no porta armas porque así se les ha ordenado. “
La primera campaña moderna contra los enervantes
Las acciones militares contra las drogas en el país se habían llevado a cabo desde la década de 1930, pero fue durante el gobierno de Díaz Ordaz cuando las secciones segunda, tercera y cuarta del Estado Mayor de la Defensa Nacional (EMDN) elaboraron el Plan contra enervantes CANADOR, con el fin de evitar la dispersión de esfuerzos de las dependencias de gobierno.
Fue en 1971, con Cuenca Díaz a la cabeza cuando las fuerzas armadas replantearon el diseño de la campaña permanente contra los enervantes e intensificaron notoriamente sus operaciones.
En mayo de 1971, el entonces comandante del 32 batallón de infantería en Atoyac de Álvarez, el coronel diplomado de estado mayor Carlos Santander Bonilla, dirigió al secretario de la Defensa un análisis de las limitaciones de dicha campaña bajo los lineamientos del Plan Canador, según el expediente 301 del EMDN en el Archivo General de la Nación (AGN), consultado por Archivos de Inteligencia MX.
Santander Bonilla señalaba en dicho documento que los éxitos parciales, como resultado de la campaña, no habían sido explotados ni tampoco se había logrado proseguir con las acciones, hasta la "desintegración de las organizaciones que dirigen y estimulan estas actividades ilícitas".
El mayor Santander también hacía énfasis en la falta de coordinación entre los distintos niveles de gobierno involucradas, así como de las secretarías y otras autoridades, por lo que planteó la reestructuración de las dependencias de gobierno participantes, para así legalizar su actuación en la campaña.
Bajo los nuevos lineamientos sugeridos, en septiembre se llevó a cabo el Plan Canador 71. Para su ejecución se establecieron cuatro áreas críticas, al mando de las Zonas militares 9 en Culiacán, Sinaloa; la 21 en Morelia, Michoacán; y las 27 y 35 en Acapulco y Chilpancingo, Guerrero, respectivamente.
A este plan le seguiría Canador 72 en el que se establecieron nuevas áreas críticas en Sinaloa, Guerrero, Chihuahua, Michoacán, Sonora, Jalisco, Durango, Guerrero, Nayarit, Oaxaca, Baja California, Veracruz, Zacatecas, Chiapas, Nuevo León, Hidalgo, Tlaxcala, Puebla, Yucatán, Guanajuato, Morelos, Colima, Tamaulipas, Campeche, Quintana Roo y Estado de México.
Así, entre 1971 y 1973, se destruyeron miles de plantíos de amapola y mariguana, semillas y pastillas. A su vez se consignaron cientos de aeronaves y vehículos y se detuvieron a 1516 personas, mexicanas y extranjeras por la comisión de delitos relacionados, de acuerdo con documentos del expediente citado antes.
Estas operaciones, aunque permanentes y extensivas a todas las unidades militares en el país, se intensificaban durante los periodos de cosecha, entre enero y marzo y después de agosto a noviembre, principalmente en Sinaloa, Guerrero, Durango, Nayarit, Chihuahua y Michoacán.
La misma guerra
En la zona crítica en la Costa Grande de Guerrero, en donde las fuerzas armadas llevaban a cabo la búsqueda de Lucio Cabañas, el 25 de junio de 1972 un pelotón del 50 batallón de infantería, conducido por el teniente de infantería Marco Antonio Ortega Santos, fue emboscado por la Brigada Campesina de Ajusticimiento (BCA) del PDLP, de acuerdo con el expediente 100-10-16-4 de la DFS, consultado por Archivos de Inteligencia MX.
A bordo de un vehículo militar Power Wagon, los doce hombres se dirigían de Atoyac de Álvarez a su base de partida en San Vicente de Benítez. En el trayecto, a escasos dos kilómetros de San Andrés de la Cruz, una serie de descargas automáticas de M-2 impactaron sobre el conductor Jesús Álvarez Sosa, quien murió al instante volcando el vehículo sobre una zanja en el camino.
Dos heridos y diez militares muertos con 71 impactos de bala fue el saldo de este ataque sopresivo. En las semanas siguientes, decenas de pobladores, muchachos y hombres de todas edades, sin haber participado en los hechos, fueron señalados, detenidos y enviados a los cuarteles militares, en donde fueron torturados y algunos desaparecidos hasta la fecha.
Apenas dos meses después, el 23 de agosto de 1972 una nueva emboscada al ejército mexicano por parte de la BCA tendría lugar a la altura de Río Santiago, a diez kilómetros de San Vicente de Benítez.
En esa ocasión un convoy de los batallones 48 y 50, encabezado por el mayor de infantería Aarón López Serna, avanzaba a bordo de un camión DINA hacia El Paraíso, mientras los guerrilleros y las guerrilleras se ocultaban tras los matorrales y troncos trozados sobre el camino.
Diesciséis heridos -siete de gravedad- y dieciocho militares más, incluídos los jefes y oficiales, cayeron como las hojas de los árboles, durante el fuego cruzado que provenía de los matorrales y las huertas de café desde ambos lados del camino, de acuerdo con el expediente 280 del fondo documental EMDN en el AGN.
Víctimas todos de la misma guerra, ordenada por el entonces presidente Luis Echeverría, planificada y ejecutada por el general Hermenegildo Cuenca Díaz en Guerrero; una guerra a la que los soldados fueron enviados sin armas automáticas ni adiestramiento adecuado para defenderse.
Vuelo a la muerte: la conexión México-Israel
De acuerdo con el volumen 4 del informe Fue el Estado (1965-1990), del Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico, entre 1970 y 1972 el general Cuenca Díaz también reactivó el Escuadrón Aéreo 208, especializado en búsqueda, rescate y evacuación (B.R.E.), el cual llevaría a cabo los llamados “vuelos de la muerte”.
Para su funcionamiento, la Secretaría de la Defensa Nacional junto a la empresa de armas Israel Aircraft Industries (IAI), firmaron un contrato por la adquisición de cinco aviones Arava 201, desde donde serían arrrojados un número aún desconocido de hombres y mujeres, con el fin de desaparecer sus rastros.
En total, México adquirió 35 aviones entre 1973 y 1977, colocándose como el principal comprador de estas aeronaves en América Latina.
Plan Integridad
A mediados de la década de 1975, la sección tercera del estado mayor de Cuenca Díaz también creó el Plan Integridad. Según el volumen 4 del informe Fue el Estado citado antes, este plan de carácter contrainsurgente, tenía el propósito de combatir a los "transgresores del orden".
De acuerdo con este documento, clasificaba a los “transgresores” en tres categorías: “terroristas, secuestradores y asaltantes”; “agitadores” y “gavilleros”. Este análisis se hizo extensivo a todas las tropas del país para su combate.
Mediante el apoyo a las autoridades civiles y a las fuerzas públicas, este Plan ubicado en el expediente 199 del EMDN en el AGN, consultado por Archivos de Inteligencia MX, contemplaba tareas para prevenir y abatir "actos de terrorismo, sabotaje, disturbios civiles y acciones armadas en las ciudades y áreas rurales.
Lo anterior con la participación de personal militar uniformado como personal encubierto o "vestido de paisano", dependiendo de las circunstancias, que formaría parte de un nuevo cuerpo especial.
Dicho grupo, estaría compuesto por personal idóneo que sea sometido a un adiestramiento especializado con el fin de que actúe en misiones que de forma discreta e indirecta coadyuven a contener asaltos a instituciones bancarias y otras que manejan caudales, así como para evitar el secuestro de personalidades diversas y otros actos ilícitos en contra de la seguridad de la nación.
Durante la gestión del general Cuenca Díaz al frente de la SEDENA se llevaron a cabo operaciones contrainsurgentes en todos los estados de la República, con el fin de combatir la “subversión”.
Uno soñaba que era gobernador
Ni bien acababa sus funciones como secretario de la Defensa, en noviembre de 1976 en Baja California ya había comenzado a correr el rumor de su postulación como candidato a la gubernatura de Baja California.
En los primeros días de diciembre, recién dejado el cargo, Cuenca Díaz fue nombrado precandidato y a pesar de la inconformidad de un sector del Partido Revolucionario Institucional (PRI), fue nominado el favorito y candidato a encabezar el gobierno del estado fronterizo, según informes de la versión pública de la DFS citada anteriormente.
El general Cuenca pasó de las campañas militares a las campañas electorales durante cinco meses, hasta que el 17 de mayo de 1977 falleció de un ataque al corazón. Así terminaba la historia del hombre que sentó las bases del ejército mexicano tal como lo conocemos hoy en día.
Fotos: Diana Ávila Hernández / AGN